LOS ENIGMAS DE LA LLUVIA QUE DEMANDO
Nunca entendí
eso de la resurrección y la vida.
Tal vez por eso
siempre deambulé
por catedrales,
plazas y cruces.
Quizás en ningún tiempo
supe lo que era estar muerto,
o debí mirar
a los vagabundos a la cara
para verme de verdad
y no esconderme en perfumes
y estelas marmóreas
inspiradoras
de monumentos pasados
que jamás
contaron una verdad.
O tal vez
quizás
la realidad me persiguió
y la negué como niegan los cobardes a los suyos,
diciendo que sus muertes no les pertenecen,
o que hagan con sus glorias lo que les plazca
y punto.
Cuando alguien con el valor que yo no tengo
contemple mi rostro extraviado en mí mismo
—en el fragmento de suelo que me corresponda—
acaso descifre los enigmas de la lluvia que demando.
|